En suelo salteño desde Tolombón hasta Payogasta, la 40 se convierte en la Ruta del vino, más alta del mundo. Por esas tierras en bodegas tradicionales y modernas se elabora el Torrontés, un vino blanco y frutado que deleita a todos los paladares. Y aunque Cafayate es la más importante de las localidades vitivinícolas y turísticas de la zona, también hay otras que tienen un encanto especial.
Pueblitos históricos de casitas de adobe e iglesias coloniales, donde el vino se produce artesanalmente: Animaná, San Carlos y Angastaco (pueblo al que se accede luego de atravesar la imponente Quebrada de las Flechas) y Molinos. Cuando llega a Seclantás, donde habitan los mejores tejedores de ponchos de la región, la ruta 40 es también la Ruta de los artesanos teleros. Más allá, el sinuoso trazado de la extensa ruta lleva hasta Cachi, una de las localidades más lindas de los Valles Calchaquíes, con sus casonas blancas, sus yacimientos arqueológicos, sus campos sembrados y su gente amable y hospitalaria.
Finalmente, la ruta sigue hacia el norte pasando por Payogasta y La Poma para abandonar los valles rumbo a la Puna. Es entonces cuando el paisaje cambia, se vuelve más árido e inhóspito y la 40 comienza a subir hasta llegar a su punto más alto en el Abra del Acay, a 4.895 msnm. En la vecina Salta, la última parada de la ruta llevará al viajero hasta San Antonio de los Cobres.