Los faros antiniebla sirven para ayudarnos a ver (los delanteros) y ser vistos (los traseros) cuando circulamos en circunstancias que dificultan la visibilidad. Por ejemplo niebla, lluvia intensa, una nevada o atravesemos una nube de polvo o humo. La niebla es un fenómeno meteorológico que consiste en la suspensión de gotas muy finas de agua en el aire, debido normalmente a una humedad alta y una temperatura ambiente fría. En otras palabras, es una nube baja a ras del suelo.
¿CUÁNDO ES OPORTUNO USARLOS?
Se usan como complemento de la iluminación normal, para ver mejor. Es decir, la base de su funcionamiento es producir mucha más luz de la normal para recuperar la visibilidad perdida por las circunstancias adversas. De lo cual se deduce inmediatamente que al utilizar este alumbrado especial cuando no existan esas circunstancias adversas estamos produciendo más luz de la deseable. El principal peligro, obviamente, es el deslumbramiento. Es algo similar a una fotografía velada: nuestros ojos están diseñados para admitir un límite de energía luminosa a la vez. Podemos regular más o menos cuanta luz entra en nuestros ojos abriendo la pupila: poca luz y esta se abre, demasiada luz y se cierra. Pero este mecanismo regulador no es inmediato. Un cambio repentino en el nivel de luz puede cegarnos.
Las luces antiniebla sólo se utilizarán como complemento cuando las circunstancias lo hagan imperativo. Por lo tanto, es lógico que en el código de respeto y solidaridad entre los conductores, se establece que siempre que estemos cerca de otros usuarios, procuraremos utilizar únicamente las luces bajas. De esta forma, evitamos el riesgo que una ceguera temporal nos deje sin el sentido más importante.
La seguridad vial se trata de minimizar cualquier riesgo. Y este es perfectamente evitable, razón por la que atendemos esta temática convencidos de que SI SE PUEDE EVITAR NO ES UN ACCIDENTE. #ElegíLaVida #HaceTuParte.