En 1934 el urbanista Ingeniero Carlos María della Paolera, primer catedrático de Urbanismo en Argentina, ex-director de Instituto de Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires y graduado del Institut dUrbanisme de Paris, concibió el símbolo del Urbanismo con el oro, azul y verde por el sol, el aire y la vegetación. Tres lustros después, en 1949 por iniciativa del mismo urbanista se creó el Día Mundial del Urbanismo, con el propósito de abogar por los intereses públicos y profesionales de la planificación urbana. Su celebración quedó a cargo de la Organización Internacional del Día Mundial del Urbanismo, con Comités Permanentes en cada país que se adhirió a esa conmemoración.
Durante el siglo XX se consolidó la urbanización de miles y miles de ciudades en todo el mundo, como consecuencia directa e inevitable del crecimiento demográfico. Asimismo, la concentración en grandes urbes proviene también de la búsqueda de una mejor calidad de vida, sustentada en las comodidades que promueve la economía moderna.
Sin embargo, en muchos casos la vorágine urbanizadora fue perdiendo precisamente el que parecía ser uno de los grandes beneficios para las ciudades: mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Y en este caso la culpa es compartida: la creación de ambientes saludables y la convivencia dentro de ellos no es responsabilidad exclusiva de los planificadores o mandatarios de turno, sino sobre todo de cada uno de quienes allí viven. Sólo en ese contexto, esta conmemoración podrá servir para motivar acciones necesarias para mejorar las urbanizaciones, como el aumento de espacios verdes, la descongestión de zonas superpobladas, la concreción de obras de desarrollo, entre otras medidas.
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