El ritual de la amistad como concentrado de valores

Por: Dr. Ricardo Torres Brizuela

En la antesala del Carnaval una vez más en el Anfiteatro de la Niña Yolanda, en el cielo arriba de Jujuy, se ha celebrado la novena edición del Jueves del Ahijado, el día en que los Mijitos se reencuentran y festejan. 

De la mano del siempre creativo Marcelo Carenzo, alrededor de 160 amigos y allegados, compadres y ahijados se dieron cita en Lozano para empezar a perdonarse ausencias y allanar distancias que motivara la pandemia. 

Desde temprano los preparativos se vivieron con entusiasmo, en el chat telefónico.

Ya en el predio, el gringo Aguirre y sus prestos ayudantes aprontaban la carne que Matías Gomez Borus había preparado y reservado especialmente. Los leños acercados por Jose Moscoso crepitaban cuando se arrimaban al predio los mijitos acomodando sus heladeras y demás enseres. La sed apuraba los hielos y la bebida.

La bienvenida era la de Marcelo Carenzo quien los esperaba con el kit preparado para la ocasión. 

La hospitalidad era fecunda, todos alegres en este rito del encuentro, La Niña Yolanda puede estar orgullosa en el patio de la Gloria, el legado de anfitriona ha sido preservado por Marcelo. 

A poco que el humo que transportaba el aroma de asado a la espada subía, Obama tomó la iniciativa como conductor del evento animando a aquellos que esperaban ansiosos los manjares en largas espadas. 

Los mijitos se pusieron al día, como nos recuerda Serrat en su célebre tema "Fiesta": gente de cien mil raleas, sin importar condición social, ni económica, unidos por la amistad del canto y del encuentro, departieron amablemente. 

No sobraron ni los huesos y los frutos de la tierra fermentados comenzaron a disfrutarse como elixires.

La gente pedía a los trovadores, las gargantas añoraban hacerse eco de las penas y alegrías enlazadas en acordes. 

Pero el Mijito Carenzo antes de la música nos regala un momento especial cuando en ocasión de estar reunidos para la foto, conmueve con el homenaje al Tati Brandan en presencia de su hijo Emi quien deja el recuerdo de las cenizas esparcidas en el escenario.

Los aplausos y ojos llorosos atestiguan del cariño y recuerdo de quien fuera un protagonista en estos encuentros

De la emoción llega la música, primero los más jóvenes. Allí estarán Lautarito Tolaba, Gino Coletti, el mismo Obama, que todavía quiere jugar entre los más jóvenes, y otros tantos. 

Aparecen los mayores, los consagrados, Jujeños, Los de Jujuy, Coroico, FavaKindgard, Tiempo Joven, Diableros, por citar algunos de los que pasaron en un escenario cuya grilla era improvisada y espontánea. 

El encuentro de generaciones emociona, padres e hijos en crisol de guitarras y voces enlazan carnavalitos, chacareras, zambas, que se suceden sin solución de continuidad. 

El sonido celosamente cuidado por Chispita, se eleva hacia la quebrada y el eco de la sonrisa cómplice de la Niña Yolanda saluda desde el cielo bajo forma de lluvia. 

Aparece una y otra vez el eterno recuerdo de Leguizamón y Castilla con la emblemática zamba de Lozano, casi como una letanía o mantra, quizás como obligándose a no olvidar las raíces.

Pero no solamente el encuentro se nutre de música, Ariel Cortez y Taritolay nos regalan su arte pictórico con su particular estilo no solo sobre las telas sino también sobre los pantalones de algunos mijitos. 

No hay manera de que el entusiasmo se aplaque, ni la lluvia ni el granizo hicieron mella en el jolgorio.

Ese itinerario de emociones que se van deshilando como cuentas de rosario, es un concentrado de valores en donde la amistad, la solidaridad, el sentido de pertenencia, ese idioma de infancia riegan la condición humana y nos hace un poquititomás cerca de la felicidad.

A poco que el humo que transportaba el aroma de asado a la espada subía, Obama tomó la iniciativa como conductor del evento animando a aquellos que esperaban ansiosos los manjares en largas espadas. 

Los mijitos se pusieron al día, como nos recuerda Serrat en su célebre tema "Fiesta": gente de cien mil raleas, sin importar condición social, ni económica, unidos por la amistad del canto y del encuentro, departieron amablemente. 

No sobraron ni los huesos y los frutos de la tierra fermentados comenzaron a disfrutarse como elixires.

La gente pedía a los trovadores, las gargantas añoraban hacerse eco de las penas y alegrías enlazadas en acordes. 

Pero el Mijito Carenzo antes de la música nos regala un momento especial cuando en ocasión de estar reunidos para la foto, conmueve con el homenaje al Tati Brandan en presencia de su hijo Emi quien deja el recuerdo de las cenizas esparcidas en el escenario.

Los aplausos y ojos llorosos atestiguan del cariño y recuerdo de quien fuera un protagonista en estos encuentros

De la emoción llega la música, primero los más jóvenes. Allí estarán Lautarito Tolaba, Gino Coletti, el mismo Obama, que todavía quiere jugar entre los más jóvenes, y otros tantos. 

Aparecen los mayores, los consagrados, Jujeños, Los de Jujuy, Coroico, FavaKindgard, Tiempo Joven, Diableros, por citar algunos de los que pasaron en un escenario cuya grilla era improvisada y espontánea. 

El encuentro de generaciones emociona, padres e hijos en crisol de guitarras y voces enlazan carnavalitos, chacareras, zambas, que se suceden sin solución de continuidad. 

El sonido celosamente cuidado por Chispita, se eleva hacia la quebrada y el eco de la sonrisa cómplice de la Niña Yolanda saluda desde el cielo bajo forma de lluvia. 

Aparece una y otra vez el eterno recuerdo de Leguizamón y Castilla con la emblemática zamba de Lozano, casi como una letanía o mantra, quizás como obligándose a no olvidar las raíces.

Pero no solamente el encuentro se nutre de música, Ariel Cortez y Taritolay nos regalan su arte pictórico con su particular estilo no solo sobre las telas sino también sobre los pantalones de algunos mijitos. 

No hay manera de que el entusiasmo se aplaque, ni la lluvia ni el granizo hicieron mella en el jolgorio.

Ese itinerario de emociones que se van deshilando como cuentas de rosario, es un concentrado de valores en donde la amistad, la solidaridad, el sentido de pertenencia, ese idioma de infancia riegan la condición humana y nos hace un poquitito más cerca de la felicidad.

Los aplausos y ojos llorosos atestiguan del cariño y recuerdo de quien fuera un protagonista en estos encuentrosDe la emoción llega la música, primero los más jóvenes. Allí estarán Lautarito Tolaba, Gino Coletti, el mismo Obama, que todavía quiere jugar entre los más jóvenes, y otros tantos. Aparecen los mayores, los consagrados, Jujeños, Los de Jujuy, Coroico, FavaKindgard, Tiempo Joven, Diableros, por citar algunos de los que pasaron en un escenario cuya grilla era improvisada y espontánea. 

El encuentro de generaciones emociona, padres e hijos en crisol de guitarras y voces enlazan carnavalitos, chacareras, zambas, que se suceden sin solución de continuidad. 

El sonido celosamente cuidado por Chispita, se eleva hacia la quebrada y el eco de la sonrisa cómplice de la Niña Yolanda saluda desde el cielo bajo forma de lluvia. 

Aparece una y otra vez el eterno recuerdo de Leguizamón y Castilla con la emblemática zamba de Lozano, casi como una letanía o mantra, quizás como obligándose a no olvidar las raíces.Pero no solamente el encuentro se nutre de música, Ariel Cortez y Taritolay nos regalan su arte pictórico con su particular estilo no solo sobre las telas sino también sobre los pantalones de algunos mijitos. 

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