ULTIMO MOMENTO:
El tandilense pudo hacer muy poco ante un rival que lució enchufado y avanza en el Argentina Open.
El Buenos Aires Lawn Tennis Club parecía la Bombonera. Sus más de 80 amigos, que vinieron desde Tandil especialmente para la ocasión con un sinfín de merchandising (cornetas, banderas y remeras personalizadas), no pararon de cantar al ritmo de "esta campaña volveremos a estar contigo".
Si Juan Martín Del Potro tenía que guionar su propia película, probablemente, hubiera elegido este marco para las escenas finales: un estadio totalmente lleno (no había una butaca sin ocupar de las más de 5000 disponibles), el público en las tribunas alentando sin parar durante todo el partido, su madre, que nunca lo había visto jugar en su carrera profesional, sentada en la primera fila y Federico Delbonis, con quien compartió ayudó a Argentina a romper el maleficio de la Copa Davis en 2016, enfrente.
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El combo era completo y nadie quería perderse esta fiesta que vivió el tenis nacional. Porque más allá de la montaña rusa de emociones que se vivió durante la noche de Palermo, reinó la alegría. Algunos lloraron, otros disfrutaron. Eso sí, nadie se fue vacío y todos querían estar presentes en el Last Dance. O en el tour final porque la puerta de seguir intentando quedará abierta, según palabras suyas. El resultado definitivo marcó una derrota por 6-1 y 6-3 en una hora y 24 minutos de juego.
Si bien el marcador reflejó una caída lógica y bastante pronosticable, Del Potro logró su cometido.
Lógicamente, la misión no la pudo cumplir de manera completa dado que su deseo era quedarse con el triunfo y poder seguir avanzando en el certamen. A pesar de eso, volvió a pisar una cancha después de aquella lesión sufrida en el ATP 500 de Queen's en 2019 en el triunfo ante Denis Shapovalov.
Su deseo era claro: no quería quedarse sin la posibilidad de sentir nuevamente el calor de los hinchas. Y las lágrimas del final, en el 3-5 del segundo set, valieron más que mil palabras. Hablaron por sí solas y los presentes en el estadio se pusieron de pie a aplaudir al ídolo. No sé sabe si habrá sido su última batalla o si aún le quedan algunos cañonazos por disparar. La realidad es que seguramente se marchó a su casa con la conciencia tranquila de haberlo intentado y de que pudo dejar en la cancha toda la nafta que había cargado en el tanque en el inicio de su preparación para este torneo allá por octubre de 2021.
