El grupo que se adjudicó el ataque es el más extremo y violento de los yihadistas

Masacre pone en duda la seguridad del nuevo Gobierno talibán

Kabul -Detrás de los mortíferos ataques suicidas de este jueves fuera del aeropuerto de Kabul estuvo el Estado Islámico de Khorasan (EI-K), la filial regional de la milicia radical activa en Afganistán y Pakistán, enemiga declarada de los talibanes.

Fue creada en enero de 2015 en pleno apogeo del poder de EI en Irak y Siria, antes de que su autoproclamado califato en esos dos países fuera derrotado y desmantelado por una coalición internacional liderada por Estados Unidos. Se trata del más extremo y violento de todos los grupos radicales yihadistas que operan en Afganistán, según explica el experto en seguridad, Frank Gardner, citado por el servicio público de radiodifusión británico BBC.

La milicia recluta tanto a afganos como paquistaníes, y en sus filas se cuentan numerosos desertores de los talibanes afganos decepcionados con la milicia, a la que acusan de abandonar la yihad ("guerra santa") y el campo de batalla a favor de un acuerdo de paz con Estados Unidos negociado en "hoteles elegantes" en Doha, Qatar, en 2020.

Fuentes de inteligencia británicas y estadounidenses atribuyen al grupo algunas de las peores atrocidades ocurridas en Afganistán en los últimos años, entre ellas ataques dirigidos a escuelas de niñas, hospitales e incluso una sala de maternidad donde, según informes, mataron a tiros a mujeres embarazadas y enfermeras.

A diferencia de los talibanes, cuyo interés se circunscribe a Afganistán, el EI-K es parte de la red global fundamentalista que busca llevar a cabo ataques contra objetivos occidentales, internacionales y humanitarios donde sea que puedan alcanzarlos.

El atentado del Estado Islámico (ISIS) evidencia los desafíos que afrontan los talibanes y supone un duro golpe para el compromiso de seguridad con que están tratando de ganarse al menos el beneficio de la duda de los afganos.

Si hay un mensaje que los dirigentes islamistas han repetido desde que entraron en Kabul es que todo el mundo está seguro bajo su férula. "El Emirato Islámico de Afganistán no va a vengarse de nadie (ni) a convertirse en un campo de batalla para nadie", declaró el portavoz del grupo, Zabihullah Mujahid, en su primera comparecencia ante los medios de comunicación.

Las imágenes que difunden de la retirada de muros de cemento en Khost, al este, de reuniones con líderes religiosos en Herat, al oeste, o de ciudadanos que acuden a ellos para solucionar sus problemas, quieren transmitir que los talibanes controlan la situación. Sin embargo, las "patrullas de la fuerza victoriosa" que, con uniformes y equipos iguales a los de los soldados estadounidenses, vigilan Kabul no fueron capaces el jueves de impedir el ataque del ISIS-K, como se conoce a la rama local de ese grupo terrorista.

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