La Academia igualó 0-0 en la vuelta ante el Mengao, pero quedó eliminado por la derrota 1-0 en Brasil.
Flamengo lo hizo otra vez. En Avellaneda, ante un Cilindro colmado y una marea celeste y blanca que soñaba con la hazaña, el gigante brasileño impuso su jerarquía y con el empate a cero selló su pase a una nueva final de la Copa Libertadores.
Con el temple de los equipos que nacen para ganar, el conjunto de Filipe Luís confirmó que su proyecto no conoce fronteras.
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Los millones, las figuras y el poderío estructural volvieron a marcar la diferencia. Flamengo sobrevivió a la intensidad de Racing, manejó los tiempos y golpeó en los momentos justos. Lo suyo no fue solo fútbol: fue una demostración de poder, la reafirmación de que en Sudamérica existe una brecha que solo los de Río parecen poder sostener.
Con esta clasificación, el Mengão se encamina a buscar su cuarta Libertadores, un récord que lo convertiría en el primer club brasileño en lograrlo. Lo hace desde la autoridad que le da su presente, pero también con la sensación de que juega otro torneo, uno propio, donde las limitaciones ajenas solo sirven para resaltar su grandeza.
Racing se fue con el aplauso de su gente, con la dignidad del que intentó rebelarse ante un imperio. Pero Flamengo, una vez más, fue más que un equipo: fue una maquinaria diseñada para ganar, que ahora apunta a volver a levantar el trofeo más importante del continente.
FUENTE:AGENCIA NOTICIAS ARGENTINAS