Paseo Gigena: el emblema de la construcción que demuestra que la “casta” es inoxidable

Funcionarios entran y salen del sector público obtienen beneficios, concesionarios que pagan millones y un Gobierno de la Ciudad que no recibe ni un peso.

“Pertenecer tiene sus privilegios”, afirmaba un eslogan publicitario de una tarjeta de crédito en el pasado. En la actualidad, pertenecer a la “casta” desarrolladora de inmuebles es el gran negocio no solo en Argentina, sino en el mundo occidental. El desarrollista inmobiliario Donald Trump es un ejemplo viviente de esta reflexión.

Pero, en Argentina, y particularmente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, hay muchos ejemplos que prosperaron durante las gestiones de Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta, y están relacionados con nombres propios de la actual gestión a nivel nacional de Javier Milei.

Desde el ministro de Economía, Luis Caputo, al presidente del Banco Central, Santiago Bausili, y buena parte de la conducción económica nacional que estuvo relacionada con el millonario proyecto de construcción de un edificio en lo que fue el enorme estacionamiento del hipódromo de Palermo, conocido como el Paseo Gigena.

El edificio, rebautizado como Ola Palermo, en Dorrego y Libertador, contó con el diseño de la estructura financiera de Caputo y Bausili cuando se encontraban en el sector privado al frente de la consultora Anker.

Al asumir al frente del Palacio de Hacienda, y para evitar conflictos de intereses, uno de los ministros preferidos del presidente Javier Milei, Luis Caputo, cerró su consultora financiera Anker y llevó a sus colaboradores principales a posiciones relevantes dentro del organigrama del Poder Ejecutivo Nacional. Entre ellos, al ingeniero industrial Martín Maccarone, uno de los constructores del Paseo Gigena en el barrio de Palermo, a metros del Hipódromo, donde se vende el metro cuadrado más caro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). O sea, un importante referente del sector de la construcción del ámbito privado que decidió ir a trabajar al “sufrido” sector público, que es víctima de una motosierra inclemente manipulada por sus propios jefes. Una decisión típica de lo que se conoce como la “puerta giratoria”, una de las prácticas políticas y republicanas menos éticas que se puedan tener.

La llamada “puerta giratoria” suele funcionar en un solo sentido. Un funcionario ingresa al sector público, facilita todo tipo de contratos en el sector público a favor de un tercero o de una empresa, deja el gobierno donde tuvo la lapicera y retorna al sector privado, contratado, usualmente, por aquellos a los que benefició durante su gestión.

En Argentina existe el decoro normativo por el cual los funcionarios salientes están obligados a un año “sabático” antes de ser fichados por una empresa privada del sector económico en el que se desempeñaban cuando debían defender los intereses de los ciudadanos.

En el caso de Maccarone, se trata de una puerta giratoria que va del sector privado al público, para, muy probablemente, utilizarla en el futuro próximo y retornar al mundo de los negocios.

Maccarone se despidió del sector privado con el Paseo Gigena, y lo hizo luego de que el Gobierno de la Ciudad accediera a la polémica concesión para los empresarios inversores de la Ola.

El ejecutivo porteño de Jorge Macri no le cobrará durante 8 años el canon a la concesionaria del Paseo Gigena. Un acuerdo que favorece ampliamente a la empresa BSD Investment, para la que tanto Caputo como Bausili, desde Anker, armaron un fideicomiso que aportó la mayor parte de los fondos para financiar la mega obra que cambia la fisonomía del barrio de Palermo. Y, según fuentes consultadas por NA, los buenos oficios del ministro Caputo con el ejecutivo porteño permitieron destrabar la habilitación de la Ciudad para el funcionamiento del complejo que estaba jaqueado por un error garrafal de construcción.

FUENTE:AGENCIA NOTICIAS ARGENTINAS

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