El Calamar se consagró campeón del Torneo Apertura y demostró que aguantar a los entrenadores en el cargo también es una opción.
En un fútbol que castiga el error y premia la urgencia, donde los proyectos se cuentan en fechas y no en años, la historia de Favio Orsi y Sergio Gómez aparece como un oasis improbable.
El Torneo Apertura 2025 despidió a 18 entrenadores en apenas un semestre y en medio del vendaval, Platense hizo todo lo contrario: aguantó, creyó y ganó el campeonato, consiguiendo la primera estrella de su historia.
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No es casualidad que los campeones sean dirigidos por una dupla que se conoce desde 2011, que construyó su vínculo en las canchas anónimas del ascenso, donde los sueños se mezclan con la necesidad.
Orsi y Gómez no son simplemente técnicos: son hermanos de vida. Se cruzaron por primera vez en Fénix, convocados por Oscar Santángelo y desde entonces no se soltaron más.
Juntos armaron un recorrido que hoy parece de cuento: ascensos con Flandria y Real Pilar, un Ferro que acarició la gloria, un Godoy Cruz que sobrevivió a la zona roja y, finalmente, un Platense al que devolvieron al centro de la escena con la obtención del primer título en su historia. ¿La fórmula? Tiempo, coherencia y un club que se animó a ir a contramano del exitismo.
Mientras Vélez se quedó sin técnico sin siquiera meter un gol, mientras Boca, San Lorenzo, Newell’s o Talleres apostaban por figuras de renombre o ex ídolos que duraron menos de un suspiro, el “Calamar” apostó por la simpleza.
Por la dupla de barrio, por los que no venden humo. El premio fue más que un trofeo: fue la validación de que otro fútbol es posible, de que se puede construir si se deja trabajar, si se respeta un proceso y se cree en una idea incluso en los momentos difíciles.
Orsi y Gómez supieron transformar los clubes que dirigieron en familias, aún en el barro. En Jáuregui entrenaban en una escuela porque una inundación les sacó la cancha, pero terminaron ascendiendo a la Primera Nacional.
En Tucumán quedaron a un paso de volver a Primera, y en Godoy Cruz firmaron un triunfo histórico frente al River de Gallardo. A Platense lo tomaron con el sueño de una copa, y cumplieron y como en cada paso, lo hicieron a su modo: sin estridencias, con trabajo y con la convicción de que el fútbol no es una ruleta rusa.
Hoy son una excepción a la regla de un fútbol argentino que se empeña en vivir con la soga al cuello. Porque si algo enseña la historia de esta dupla, es que cuando se siembra con paciencia y se confía en quien dirige, la cosecha no solo llega: también puede hacer historia.
FUENTE:AGENCIA NOTICIAS ARGENTINAS