La Economía Popular y Solidaria y el Coronavirus

 La Economía Popular y Solidaria (EPS) es una forma de organización económica, donde sus integrantes, individual o colectivamente, organizan y desarrollan procesos de producción, intercambio y comercialización, financiamiento y consumo de bienes y servicios para satisfacer necesidades y generar sus ingresos. Autogestionan sus trabajos pero con relaciones de solidaridad, cooperación, reciprocidad y complementariedad.
En este artículo nos referimos a las unidades productivas que prioritariamente producen para los mercados, aunque existan también para autoconsumo. El universo es heterogéneo por la actividad y por el modo de reproducción. Artesanos, feriantes, oficios, textiles, gastronómicos, regaleria, recreación, productores, cooperativas, cuidado de personas, etc.
Se trata de un sector donde hay más investigación desde las universidades y más discursos político y componentes ideológicos a favor de otra economía que elementos concretos como estructuras, metodologías, recursos que apunten a promoverla y fortalecerla.
El principal problema es que no es reconocida, estos días se anunció un paquete de medidas para el sector y los ministros encargados no pudieron decir economía popular ni economía social o solidaria. Hablaron de monotributistas e informales. No de otra economía que crece por necesidad y oportunidad en los intersticios que deja la economía capitalista y el Estado.
El gobierno de Jujuy a través de la Secretaría de Economía Popular (SEP) reconoció a esta otra economía, creando un espacio estatal especializado en el sector con gente con 20 ó 30 años de experiencia, que permitió con recursos limitados pero suficientes para la etapa, desarrollar metodologías, vinculaciones y capacidades locales apropiadas para generar un estadio mayor de desarrollo; expresado en productividad, valor agregado, acceso a mercados y organización.
Nosotros desde la SEP decimos que si un grupo asociativo de economía popular solidaria (EPS) en diez años no ha logrado sostener un proceso de reproducción ampliada que permita a sus trabajadores retirar mensualmente lo que necesita para una vida digna, no hay economía solidaria.
Los procesos formativos son espacios de toma de conciencia de las limitaciones y potencialidades, para adquirir competencias, para generar un espíritu de conjunto. Por eso existen criterios claves como: el diagnóstico a contexto, el diseño de currículas de los problemas en forma participativa, la formación basada en competencias, la frecuencia y un facilitador técnico calificado y comprometido.Para esto la institucionalidad debe contribuir a trabajar más allá de lo formal, por eso la interpelación al menos de tres organizaciones: local, técnica y financiadora.
En esos procesos insistimos en las planillas de costo, no solo para saber a qué precio vender nuestros productos o servicios sino para poner el valor real de la mano de obra. Necesitamos que ese trabajo sea bien remunerado, por lo cual habrá que tener estrategias de producto, de canal de venta, etc. para que el trabajo valga la pena.
La EPS son trabajadores que compiten en el mercado, pero lo pueden hacer porque en sus procesos hay colaboración, cooperación, reciprocidad que les genera redes de compras, transporte, comercialización, logística que les permite bajar costos de producción e intermediación. Se financian con bancos de microcréditos -sin perder tiempo en papeles y trámites bancarios- en tiempo y forma que necesita cada actividad.
Podemos encontrar miles de ejemplos - sobre todo de mujeres- que hicieron crecer sus hijos, mejoraron sus viviendas, dispusieron de sus tiempos, con la dignidad que da el trabajo. Por eso para la SEP “la EPS es economía solidaria cuando puede sustentar a quienes trabajan”.
En estos tiempos de Coronavirus que nos obliga a estar en casa, se restringen las tareas y nos quita ingresos, viene bien un aporte económico del Estado.
Hemos realizado 250 encuestas para saber el efecto de la cuarentena sobre los ingresos. Muchas de las actividades de la EPS son realizadas en la calle, ferias y locales con mucha interacción con la gente, que hoy no es posible. Por otro lado el consumo de los jujeños se circunscribió a los alimentos. Podemos resumir que todo lo relacionado con productos urbanos (regalería, plantas, feriantes, herrería, carpintería, insumos para mascotas) y servicios urbanos (eventos, deportes, estética, jardinería, reparaciones), turismo, construcción, artesanías y textiles fueron afectados arriba de un 80 % de sus ingresos. Los gastronómicos, producción de panes y dulces, que pudieron recurrir a al delivery, fueron afectados fueron afectados en un 60 ó 70 %.
El sector agrícola, normalizado el abastecimiento, mantiene su normalidad a excepción de la producción de flores, que está afectada en un 80 % por el nulo consumo local (cementerios, velorios, fiestas) y la imposibilidad de recurrir a la intermediación tucumana y salteña.
El sector ganadero que está en las cercanías de los centros de faena y consumo es menos afectado que los que producen productos animales (carne, quesos, leche) en lugares alejados donde no hay transporte.
El sector favorecido es el de los mini mercaditos, despensas de barrio donde se está abasteciendo la gente, y en muchos casos aumentaron sus ventas a pesar de las dificultades, porque estos trabajadores, la mayoría no cuentan con otros ingresos, mantienen y apoyan las medidas de cuidado y ponen de manifiesto un espíritu solidario y de fortaleza digno de mostrar al resto de la sociedad.
Necesitamos que la EPS sea reconocida, y comprender que solo con la construcción de otra economía que conviva con las actividades privadas tradicionales y con el estado, vamos a poder gestionar conocimientos para construir territorios solidarios que mejoren las oportunidades para todos y generen una sociedad más justa.