La sentencia de Donnelly solo afecta a las personas arrestadas a su llegada a EEUU que, según la magistrada, habían tenido la mala suerte de estar viajando en el momento en el que Trump firmó la Orden Ejecutiva en la que establecía la prohibición de derecho de asilo a esas personas. Como estableció la jueza, presumiblemente, nuestro propio Estado autorizó su entrada en el país. Evidentemente, cuando una persona viaja a EEUU tiene que tener sus papeles en regla, y en los casos de las personas que han pedido asilo político, ese requisito es más obvio.
El argumento de Donnelly es que esos solicitantes de asilo podrían sufrir daños o represalias si regresan a sus países de origen. Ayer, seis cristianos sirios de Damasco fueron deportados y devueltos a su país, que está sumido en guerra civil desde hace casi seis años.
Aunque se desconoce el número de personas exacto de personas detenidas en los aeropuertos, varias decenas de viajeros se habrían visto afectados. En el juzgado de Donnelly, los abogados que representaban al Estado de EEUU declararon que ellos tampoco saben cuántos hay porque eso no es fácil.
El presidente de EEUU, Donald Trump, se ha ratificado en la medida y acaba de colgar un tuit en el que insiste en la necesidad de tener fronteras fuertes y ha asegurado que la situación en Europa es un auténtico desastre.
NOCHE DE PROTESTAS
Además de las reacciones internacionales, la orden firmada por Trump ha generado otra ola de protestas una semana después de la multitudinaria marcha protagonizada por mujeres en ciudades de todo el mundo.
En esta ocasión, varios aeropuertos del país han sido el simbólico escenario en los que se han concentrado miles de ciudadanos para mostrar su desacuerdo con la medida del nuevo presidente de EEUU: el JFK de Nueva York y también los aeropuertos de Chicago, Minneapolis, Denver, Los Ángeles, San Francisco o Dallas han acogido protestas.
Los representantes demócratas de Nueva York en el Congreso, Jerry Nadler y Nydia Velásquez, se unieron a la protesta en el estacionamiento del JFK y negociaron todo el día con la policía aeroportuaria, tal y como recoge Efe.
Ambos han conseguido la liberación de uno de los iraquíes, Hameed Khalid Darweesh, que trabajó para empresas estadounidenses y en el consulado en Erbil; los manifestantes lo recibieron al grito de bienvenido a casa, ¡los musulmanes son bienvenidos!, ¡ni odio, ni miedo!.
Otros ciudadanos, por el contrario, han saludado la aplicación del decreto, dejando clara así la polarización en la que está sumida la sociedad del país.
Tanto las movilizaciones como el fallo judicial auguran una larga batalla entre los defensores de los inmigrantes y el gobierno de Trump.
El resultado de la batalla dependerá de la actitud de los jueces y podría llegar hasta la Corte Suprema, que no ha tenido que resolver asuntos de inmigración de este tipo desde la Ley de exclusión de los Chinos (Chinese Exclusions Act) adoptada en 1882.
&n