MIEDO DE NUEVAS RÉPLICAS
Los vecinos de Amatrice continúan con el miedo a nuevas réplicas y comienzan a asumir el golpe. Sus calles se llenaron de escombros, apenas queda parte de la iglesia, de la calle central y de una residencia religiosa de ancianos. Tampoco se puede entrar al hospital, al supermercado ni a la gasolinera. Está devastado. A la entrada del pueblo hay un pequeño hospital de campaña en el que ya no queda nadie, porque los heridos han sido trasladados a los centros sanitarios más cercanos.
En las calles se ven rostros compungidos y llantos, aunque a lo largo del día ha reinado el silencio. Silencio para poder escuchar todas aquellas voces, cada vez menos, que pedían auxilio desde debajo de kilos y kilos de escombros, como la de un niño de 11 años. Han oído sus gritos e intentan rescatarle, dice a mediodía al diario La Repubblica un espeleólogo que forma parte de los equipos de rescate. En esa misma zona del casco antiguo, donde por la mañana extrajeron de los escombros a dos chicas y cuatro cuerpos, todo es silencio. Un perro del equipo de rescate se cuela entre las tejas del edificio derrumbado, mientras la voz del niño se hace cada vez más débil.
Todo comenzó pasadas las 3 y media de la madrugada. Escuché un boom y siguió un temblor que se me hizo eterno, relata Giuseppe, un vecino que caminó por el pueblo con la intención de poder ayudar a quien lo necesite, sea repartiendo agua, mantas o, sencillamente, dando un abrazo a quien ha recibido lo peor. Después del golpe, llegó el ruido de los objetos que caían sin cesar. Los ladrillos, macetas, cornisas, permanecen en el suelo. Se han sumado las mascarillas, las botellas de agua y las mantas que ha repartido el personal sanitario.