El giro del gigante sudamericano, con media clase política salpicada por escándalos de traiciones y corrupción, se hace nítido en algunas designaciones en el gabinete de Temer, quien contará con un canciller, José Serra, enfrentado al llamado eje bolivariano y con recientes pronunciamientos contrarios al Mercosur; y un ministro de Economía, Henrique Meirelles, ligado a la banca y considerado como un mimado de los mercados.
Temer eligió ministros de nueve partidos de derecha y centroderecha con representación parlamentaria con lo que apunta a reunir apoyos suficientes para imponer sus políticas en el Congreso.
La suerte de Rousseff quedó echada en la madrugada de ayer, cuando los pronósticos de suspensión se cumplieron y 55 senadores contra 22 votaron por la suspensión de seis meses de la presidenta y la apertura de un juicio político que puede terminar en sus destitución.
La mayor de las brutalidades que se puede cometer contra un ser humano es castigarlo por un crimen que no cometió, dijo Rousseff en su despedida, luego de reiterar que se siente víctima de un golpe de estado.
Dilma, quien ganó la reelección por un ajustado margen de votos hace menos de un año y medio, fue acusada de cometer irregularidades en la asignación de diferentes partidas presupuestarias, un cargo sin relación con los escándalos de corrupción que afectan a decenas de políticos brasileños de distintas fuerzas -oficialistas y opositoras-, incluso algunos que actuaron como fiscales y jueces de la presidenta.
Su segundo gobierno estuvo marcado por serias dificultades económicas que la llevaron a poner en marcha medidas de ajuste a las que antes se había opuesto.