Tener la posibilidad de desarrollar una tarea en la huerta, aprender a ordeñar y pastar las cabras en terrenos pedregosos y cardonales, descubrir y degustar los múltiples sabores de las comidas regionales, son oportunidades únicas y encantadoras que transcurren entre costumbres, tradiciones, historias, leyendas y vivencias de las familias en la Quebrada de Humahuaca.
La posibilidad de sentirse una persona más que vive en el campo, en permanente contacto con la naturaleza, entre cerros, quebradas y un eterno silencio bajo un cielo que la mayor parte del año permanece inmaculadamente azul, de contemplar todos los días esos paisajes únicos y sorprendentes que no dejan de maravillar en el norte jujeño, o de vivir con lo justo y necesario generalmente producido por uno mismo con esfuerzo y trabajo en la tierra, en el corral o en la cocina de la humilde casa levantada con adobes, es una experiencia impagable, única y colmada de belleza, satisfacción y placer para alguien que llega desde las grandes ciudades del país o inclusive para el mismo jujeño que reside en la Capital o en otras comunas centrales de las Yungas.
Con la muy buena y permanente predisposición de las pocas familias que conforman comunidades dispersas establecidas a los pies y en medio de los cerros quebradeños, vivenciar en todo momento la cotidianeidad de ellos por un par de jornadas, sentirse si se quiere, un poblador más, dueño y protector de toda esa belleza que brinda la naturaleza y de las costumbres y tradiciones ancestrales heredadas de generación en generación, está al alcance de todos los visitantes que quieran llegarse hasta la Quebrada. Con respeto y calidez, alojarse en una casa rural, ayudar con las tareas cotidianas, aprender de las familias y disfrutar de las costumbres es tan entusiasta y placentero como degustar la amplia gastronomía típica de la región con productos de la zona.