El hombre primitivo, al buscar explicaciones para fenómenos tales como el rayo, el trueno, los eclipses, el nacimiento y la muerte, y desconocedor de las leyes de la naturaleza, creó un andamiaje de rituales y tabúes que le permitieron no sólo comprender los fenómenos naturales, sino también protegerse de un entorno hostil habitado por innumerables espíritus invisibles. Por otra parte, el milagro de que un árbol creciera a partir de una semilla, o la aparición de una rana a partir de un renacuajo, confirmaba una intervención ultraterrena: los dioses. Con una existencia cotidiana llena de peligros, llegó a la conclusión de que su mundo estaba poblado por unos espíritus vengativos que superaban en número a los benéficos.
Esta es una de las razones por las que entre todas las creencias supersticiosas que hemos heredado tienen preponderancia los medios destinados a protegernos contra el mal, tales como amuletos, talismanes y acciones predeterminadas. De la misma manera, asignó a determinados eventos y objetos la propiedad de influir positiva o negativamente en su vida diaria y futura. Precisamente, la manifestación supersticiosa más común es su aplicación en forma de buena o mala suerte según los acontecimientos diarios.
CRUZAR LOS DEDOS
Cuando se formula un deseo, se dice una mentira o se encuentra uno ante un peligro, es costumbre cruzarlos dedos, concretamente el mayor sobre el índice. El gesto, que evoca una cruz, conjura la mala suerte y aleja las influencias maléficas, según los supersticiosos.
Desde los primeros tiempos del cristianismo se creía que, replegando el pulgar bajo los otros dedos, se alejaba a los fantasmas y malos espíritus, o bien haciendo esa operación con las dos manos y dejando que el pulgar asome entre el índice, dedo consagrado a Júpiter, y el mayor, dedo del pecado dedicado a Saturno. No obstante, algunos autores piensan que, aunque el simbolismo de la santa cruz en este gesto resulta obvio, el origen primero es mucho más primitivo que la cruz cristiana y se remonta a los más antiguos tiempos paganos.
TOCAR MADERA
Durante muchos siglo antes del cristianismo, lo pueblos célticos de Europa rendían culto a los árboles por considerarlos los templo de la santidad y la principal presentación de los dioses era la Tierra. El árbol servía como medio para enviar la dolencia, o el mal a la tierra.
También se recurría a este vegetal s la mala suerte visitaba a m hombre bajo la forma de demonios o si iba a librarse una batalla. En estos y otros casos el sacerdote druida celebraba una serie de ritos y ensalmos en las llamadas enramadas sagradas, lugares que equivalía a las modernas iglesias.
Hay, además, quien dice que las supersticiones referentes a la madera también nacen del material con el que está hecha la cruz de Jesús Resultado de estas creencias es nuestra costumbre de tocar madera como signo di la buena suerte, ya que ésta atrapa al espíritu maligno lo hace caer a tierra.