Tres amigos crearon un proyecto para hacer biocombustibles

Tres amigos crearon un proyecto para hacer biocombustibles

Tres amigos crearon un proyecto para hacer biocombustibles

 Con infinitas ganas de experimentar y de aprender, Tomás Sogbi, Marcos y Federico Céspedes crearon en la sede de Infinito por Descubrir en Mendoza un biocombustible de baja contaminación que está listo para usarse en motores.
“Empecé hace mucho con dos amigos un proyecto para hacer biodiésel”, nos cuenta Marcos Céspedes, primo de Federico, y amigo de Tomás Sogbi, todos ellos pequeños alumnos de la Escuela Niños Cantores de Mendoza que llegaron al centro de innovación educativa que funciona en Mendoza TIC Parque Tecnológico de Godoy Cruz con ganas de descubrir, explorar y profundizar nuevos intereses y pasiones.
Todo empezó un sábado, cuando llegaron al Laboratorio en Ciencias de Ia propuesta no formal de Aprender Conectados y, ante la pregunta de si querían trabajar con aceites en desuso, respondieron que sí, no sin cierta timidez.
Lo primero que hicieron fue traer de sus casas un bidón repleto de esa sustancia; lo segundo, ir hacia las computadoras de IxD para averiguar en Internet qué podían hacer con él. Tras ocho semanas de pruebas, errores y aprendizajes, y bajo la atenta supervisión y guía de los facilitadores del centro, lograron crear “un combustible que no contamina tirando tantos gases tóxicos como los fósiles, que sería la nafta, el aceite usado para que no vaya a los lagos y a los mares”, en palabras de Federico.
“El biodiésel se hace usando soda caústica con etanol, eso se transforma en etóxido de sodio, luego eso lo mezclás con aceite de cocina filtrado, y por último lo dejás reposar dos semanas”, explican cómodos y con alma de científicos ante la cámara.
Pero en el medio tuvieron que superar diversos obstáculos. Uno de ellos fue que el ácido sódico venía con un componente reactivo un tanto peligroso, por lo que pensaron en otra solución: trabajar con un aceite menos concentrado y, por ende, más amigable a la hora de experimentar.“A medida que les dimos las herramientas en el laboratorio, y que fueron entendiendo los procesos”, detalla Damián Antuyén, facilitador del Laboratorio de Ciencias, y uno de los guías de este proyecto, “logramos ver que empezaban a desenvolverse con mayor confianza en los procesos, en cómo hacer los procedimientos, qué herramientas usar, y qué protocolos de seguridad específicos debían cumplir a la hora de experimentar".Para ello necesitaban ponerse de acuerdo entre sí y dividir las tareas. Así fue cómo uno calcularía la temperatura, otro trabajaría con una manta calefactora y el tercero con alcohol, los tres enfundados en guantes, gafas, mascarillas y otros elementos de seguridad con los que cuenta el centro. Los facilitadores, por su parte, los ayudarían con la obtención de etóxido de sodio.Una vez que realizaron la mezcla, y separaron el aceite, permitieron obtener el bio en dos fases. Con la ayuda de un filtro, lograron separar esas fases, y luego verificaron la posibilidad de que el biocombustible funcionara con un motor, ya fuera de un vehículo o de una cortadora de cés

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