PROCESO DE ENSEÑANZA
La evaluación educativa no refiere únicamente a ponderar el accionar de los estudiantes, sino también al de los docentes, ya que sus resultados involucran a todo aquel que interviene en el proceso de enseñanza y aprendizaje, incluida la familia.
Desde hace décadas se ha aportado información a la literatura conceptual con respecto a la evaluación formativa, enfatizando en su función motivadora y orientadora, pero descartando la acción sancionatoria. Si la característica formativa de la evaluación ha estado en muchos documentos y opiniones desde hace tantos años, ¿de qué sirvió implantar la evaluación continua, cuando los profesores siguen instalados en las viejas prácticas evaluadoras?. Lo que quiere decir que la principal dificultad de la evaluación no está en las normas, sino en la concepción que se tiene de estas y de su práctica en el aula, ya que a veces se es reacio a la innovación, a la capacidad investigativa y el dominio temático.
En la actualidad, la evaluación es referida desde unas dimensiones y unos propósitos enfocados hacia el no culpar al estudiante de sus resultados, sino a crear estrategias para mejorar, cambiando un poco el paradigma en el sentido de entender la evaluación como el proceso que nos dice si lo que estamos haciendo está bien o no.
Exhorta a tomar conciencia del papel protagónico del docente, en cuanto al desarrollo de estrategias que permitan entender la situación cognoscitiva en que se encuentran los estudiantes, para tomar acciones encaminadas a transformar sus desempeños escolares en resultados significativos.
Hoy se requiere una evolución de la praxis en función del acto escolar; dar un giro a las viejas prácticas educativas, buscando su transformación. Para ello es necesario cambiar el paradigma educativo hacia la innovación: la necesidad de arriesgarse a pasar de lo predecible hacia lo impredecible, venciendo el temor al cambio.