Una forma de procesar la información es «codificarla» en algoritmos. Estas creaciones sirven también para interpretar gran cantidad de datos (big data) y expandir la inteligencia colectiva. Todo lo que hacemos en internet modifica la estructura de las relaciones entre los datos y transforma la memoria colectiva, lo que nos convierte a cada uno de nosotros en "programadores".
Los seres humanos tenemos una habilidad muy especial, que es la de manipular símbolos. Y a lo largo de nuestra historia, cada mejora en esa habilidad ha producido cambios muy significativos a nivel económico, social, político, religioso, científico y educativo. Esos cambios, que trazan una evolución cultural, van desde los rituales y narrativas primigenios, la invención de la escritura, la creación de alfabetos y sistemas numéricos, la fabricación de un artefacto como la imprenta hasta arribar a la automatización de la reproducción en la difusión de símbolos.
Todos esos pasos aumentaron la posibilidad de almacenamiento de nuestra memoria, la expandieron, incrementaron la inteligencia colectiva y subieron un nivel en la escala evolutiva cultural.
En ese sentido, la propuesta del filósofo e investigador Pierre Lévy se aleja de la inteligencia artificial. La suya es una perspectiva completamente distinta: para él no se trata de crear máquinas inteligentes o más inteligentes que los humanos, sino de hacer a los humanos más inteligentes. Cada nivel de complejidad implica un tipo de conocimiento emergente nuevo y más poderoso, en el que todos los procesos cognitivos están aumentados. El último paso, es decir, aquel hacia el cual tendemos, sería el conocimiento algorítmico.
Según Lévy, nos encontramos situados en el comienzo de otro gran cambio antropológico porque toda la información (los símbolos en diferentes arreglos y combinaciones) ahora se puede distribuir masivamente en el ámbito digital y, lo más importante, estamos desarrollando sistemas simbólicos innovadores e infraestructuras especializadas para montar nuevos algoritmos.
INTELIGENCIA COLECTIVA DE LAS HORMIGAS
Para Lévy, este tipo de inteligencia no es algo que se crea desde cero, sino que ya existe. De hecho, su existencia puede constatarse de un modo muy gráfico en el mundo animal: el comportamiento de los insectos sociales, por ejemplo, permite comprenderla de una manera simple.
Pensemos en una hormiga que va caminando y encuentra unas pequeñas migajas de pan. La hormiga toma un trocito y lo lleva hacia el hormiguero. De regreso al hormiguero, ella deja una huella química, esa huella son trazas de feromonas. Y deja esas trazas cada vez que va y viene. Lo que hace la hormiga es modificar el ambiente. Al liberar sus feromonas en el entorno genera un «mensaje», es decir, produce información que será tomada e interpretada por otras hormigas que irán a buscar más alimento.La hormiga del ejemplo modificó el ambiente que comparte con otras hormigas, lo hizo alterando el espacio común a todas, produciendo un hecho de comunicación y esta transformación propició que emergiera una memoria. Ahora las otras hormigas conocen el camino hacia las migajas de pan. Esto es inteligencia colectiva.
Los seres humanos también tenemos, como las hormigas y los delfines, inteligencia colectiva. Pero, a diferencia del resto de las criaturas del reino animal, nosotros desarrollamos un lenguaje complejo, generamos tecnología cada vez más sofisticada, organizamos instituciones, llevamos a cabo interacciones culturales, sociales y económicas y tenemos, además, un estado de conciencia sobre todas estas cosas. Somos conscientes de nuestra existencia y de nuestro mundo. Por eso, nuestra inteligencia colectiva es mucho más grande y nos hace tan "poderosos" como para dominar la biosfera más allá de las consecuencias negativas que en muchas ocasiones ese ejercicio del poder puede acarrearle al planeta entero.
Pero hay algo muy interesante en todo esto, dice Lévy, y es la idea de tomar ventaja de los nuevos algoritmos para continuar con el aumento de la inteligencia colectiva y la evolución cultural.