Con un llamado de
la Iglesia a la unidad para salir del
laberinto en el que nos encontramos
y una exhortación a que los pobres
sean los hermanos más cuidados,
Mauricio Macri y Alberto Fernández
compartieron ayer una misa en Luján
presidida por el tItular de la
Conferencia Episcopal Argentina,
monseñor Oscar Ojea, de la que también
participaron dirigentes sociales
y sindicales, a menos de dos días del
cambio de gobierno.
Invitamos a rezar y aquí, porque
somos conscientes que estamos en
un momento delicado del mundo, de
nuestra América Latina y de nuestra
Nación, dijo monseñor Jorge
Eduardo Scheinig, Arzobispo de
Mercedes-Luján, en su homilía, en la
que destacó el gesto de mandatarios
y dirigentes de estar allí para sumarse
al pedido de la Iglesia por la
unidad y la paz, lo que fue respondido
con aplausos por el resto de
quienes participaron de la celebración.
No somos ingenuos, no creemos
que una celebración sea la solución
de los problemas, pero estamos seguros
que este gesto que estamos realizando
juntos, habla por sí mismo y
deseamos que en estos días históricos
y con la ayuda de lo Alto, se convierta
en una puerta para entrar en esta
nueva etapa, con sinceros anhelos de
unidad y de paz, dijo Scheinig desde
el altar montado a espaldas de la
basílica, de frente a los presentes.
El arzobispo de Mercedes-Luján
también habló de los pobres y los
comparó con el hijo más frágil al
tiempo que convocó a gobernantes y
dirigentes a que se unan para que
los pobres sean los hermanos más
cuidados, a los que más queremos
acompañar para que consigan su propia
tierra, su techo y su trabajo, en
su mensaje a presidentes, gobernadores,
senadores, diputados, líderes
políticos, sindicalistas, empresarios y
movimientos sociales.
Nos oponemos a que (los pobres)
sean reducidos a un hecho sociológico
o macroeconómico. Deseamos
que recuperen los derechos y las
oportunidades a la que está llamada
toda persona humana, dijo, y
agregó: No podríamos no estar al lado
de los pobres.
Habló también de una Argentina
tan sufrida, enemistada, debilitada y
tan necesitada y llamó a pedir especialmente
por la unidad de las argentinas
y de los argentinos, oración a la
que, dijo, se suman los representantes
de otras religiones allí presentes.
Estamos agotados de tantos desencuentros
y peleas. No se trata de una
unidad homogénea o hegemónica, sino
de una unidad necesaria para
construir el país deseado y salir del
laberinto en el que nos encontramos,
dijo.
En ese sentido, recordó la invitación
del papa Francisco a vivir en una
unidad que integra armónicamente
las diferencias y destacó la necesidad
de promover una cultura del encuentro,
de escucharnos y volver
a dialogar y dijo que mucho ayudaría
un pacto social y políticas
de Estado que perduren, más allá de
los gobiernos.
Recordó también que el papa
Francisco es el primer Papa de
América Latina, y es argentino, lo
que generó aplausos de parte de
quienes participaron de la misa
afuera de la basílica de Luján.
Monseñor Scheinig pidió que crezca
en los corazones de los argentinos
un sentimiento de unión que
dé un sentido fuerte y místico de
pertenencia y que contribuya a vivir
una mística del nosotros.
Asumió que la unión de un pueblo
es una tarea y una lucha que comienza
en el corazón de cada uno,
venciendo egoísmos profundos,
vanidades, narcisismos, maldades y
hasta la propia mentira que nos fabricamos
para vender una imagen y
dijo que la unión es también una
batalla comunitaria, colectiva, que
estamos invitados a dar todos los
que deseamos ser un pueblo con horizonte.