No para la caravana de inmigrantes hondureños

A 20 DÍAS DE LA MARCHA POR MÉXICO

 Donaji, México (AP)-La caravana de miles de  migrantes hondureños reinició ayer su marcha por  el sur de México a 20 días de haber comenzado su  travesía con el objetivo de llegar a la frontera con  Estados Unidos.

Saúl Guzmán, de 48 años, que viaja con su hijo  Dannys, de 12, pasó la noche tratando de cubrirse  de la intensa lluvia con una lámina de plástico. “Ya  he pasado por mucho”, se lamentó el hombre  oriundo de Ocotepeque. Después de días caminando bajo un sol abrasador, noches de mal dormir y  sus efectos en el cuerpo, a Guzmán sólo lo impulsa  mirar hacia adelante. “Yo quiero pasar mi vejez diferente, ya no en esta pobreza”, explicó.

En Honduras dejó a su madre anciana que padece  demencia senil y un ataúd para ella “o para mí, si  no regreso”.

Los migrantes llegaron a Donají en el estado de  Oaxaca, unos 46 kilómetros al norte de Matías Romero, donde pasaron una larga noche en la que  muchos durmieron empapados.

En la orilla de la carretera, Sara Arteaga le daba  un medicamento a su bebé José Miguel, de tan solo  un año y medio, porque tiene gripe, explicó la mujer. El bebé luchaba, se quejaba y se tapaba la boca  con las manos para evitar tomar la medicina.

Selvin Maldonado, de 25 años, viaja con su hijo  Deimer de 5. No deja que el niño se despegue de él  y cuando se sube a la caja de un camión lo primero  que hace es ver que su hijo vaya seguro.

“La idea es tener una vida mejor. Desde que salí  de Honduras vengo de la mano de Dios. Yo no creo  que al llegar vayan a separarme de mi hijo. No creo  que me vaya a pasar eso, si eso pasa lucharía para  tenerlo siempre conmigo”, dijo el joven padre que  dejó a su esposa y otra hija de 8 meses en Copán,  Honduras.

Las autoridades mexicanas no han detenido a la  caravana de unos 4.000 migrantes, aunque han seguido de cerca sus movimientos.

La caravana intentó sin éxito que las autoridades  les permitieran partir en autobús desde Juchitán,  por lo que no tuvieron otra opción que hacer el recorrido caminando hasta Matías Romero y pedir  viajes a dedo.

Pero la policía federal detuvo a los camiones de  carga y obligó a los migrantes a descender por considerar peligroso que fueran colgados de los costados o de la parte superior de los camiones.

“¡Abajo, abajo!”, le gritaba el policía federal  Benjamín Grajeda a un grupo de migrantes que  iban colgados de un camión. “Si van adentro sí  pueden ir, pero afuera no”, les advirtió, tras pedir  que les dieran prioridad a las mujeres y los niños.

En otros puntos a lo largo de la ruta la policía  obligó a las camionetas pick up sobrecargadas a  dejar a los migrantes.

Pero una segunda caravana de menor tamaño ubicada unos 320 kilómetros detrás del primer grupo  parecía contar con menos liderazgo, recibir menos  atención de la prensa y ser más vulnerable. Un funcionario federal que no tenía autorización para dar  su nombre dijo que 153 migrantes de ese grupo  fueron detenidos durante inspecciones en carreteras del estado sureño de Chiapas, a poca distancia  de la frontera con Guatemala.

Los migrantes de la caravana principal no han dicho qué ruta pretenden tomar hacia el norte ni a  qué parte de la frontera con Estados Unidos planean llegar.


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