EN FESTIVAL INTERNACIONAL
El conjunto Carabajales reúne en su formación a Cuti, Roberto, Cali, Musha y Peteco, todos miembros de un clan que es decisivo para entender el auge y el desarrollo de la chacarera en la escena musical argentina.Pero los artistas santiagueños no solamente recurren a ese género para visitar la obra cumbre de Hernández, sino que también apelan a otros ritmos nativos como malambo, zamba, triunfo, milonga y chamamé.Además de la presencia de Carabajales, el encuentro en Villa Ballester anuncia el recital para niños de Magdalena Fleitas, que será sede del programa televisivo La Peña de Morfi que emite Telefe (el domingo desde las 12), el concierto de la uruguaya Ana Prada (el 4) y, a continuación, el espectáculo del Ballet Folklórico Nacional.
El árbol genealógico de los Carabajal arranca en La Banda, muy cerca de Santiago del Estero, con don Francisco Carabajal y doña María Luisa Paz (cuyo cumpleaños se sigue celebrando, a pesar de su desaparición física, todos los 18 de agosto en la vieja casa familiar de Santiago del Estero, convertido en una fiesta popular). El matrimonio trajo al mundo doce hijos varones, cinco de los cuales Héctor, Enrique, Agustín, Carlos y Cuti cimentaron el futuro musical de la familia. Carlos es el autor de clásicos fundamentales como La Telesita y Domingo santiagueño, integró Los Carabajal y es conocido nada menos que como el padre de la chacarera. Cali y Musha (hijos de Enrique) son la columna vertebral de Los Carabajal. Cuti y Roberto pasaron por el grupo, y más tarde se abrieron camino como dúo. Peteco también estuvo, hasta que en el 84 formó la mítica M.P.A. junto a Jacinto Piedra y Chango Farías Gómez, y actualmente continúa su carrera solista. Una cuarta generación Carabajal, integrada entre otros por Roxana, Camilo y Demi, mantiene viva la antorcha musical de la familia.
Hay una anécdota que siempre cuenta Cuti: El que empezó con la composición en la familia fue Carlos. El tenía una particularidad: componía acostado. Como buen santiagueño, se acostaba en el catre, agarraba la guitarra y así pasaba horas. La mujer le decía: Carlos, estás tirado ahí todo el día con la guitarra. Kennedy tiene tu edad y es presidente de los EE.UU. El abría un ojo y le decía: Andá a decirle a tu Kennedy que haga Sol mayor como yo. Hasta que un día compuso una chacarera, A la sombra de mi mama, la grabó Leo Dan en México, vendió un millón de discos, y en esa época SADAIC pagaba bien: fue a cobrar y le alcanzó para comprarse un terrenito en Morón, se hizo una casita, se compró un autito y un colchón. Y la mujer, cuando lo veía caminar por el patio, decía: Carlos, acostate, por favor.