La gestión de la pandemia, el problema más urgente de Biden

EE.UU.

Joe Biden

Joe Biden

La lucha contra el nuevo coronavirus será el primer desafío a asumir por el nuevo presidente de Estados Unidos, el demócrata Joe Biden, quien heredará un país devastado por la pandemia, tras una gestión oscilante y polémica del brote promovida por su antecesor, el republicano Donald Trump.

Estados Unidos es la única nación desarrollada que lleva un año sin poder controlar su primera ola de Covid-19, atravesó ya tres picos nacionales de contagios, tiene récord mundial de casos y muertos, y estos días marcó un nuevo hito local: más de 3.200 muertos diarios en la última semana.

El ritmo desenfrenado de contagios -un promedio de más de 200.000 por día- ha disparado las hospitalizaciones a lo largo y ancho del país y varios estados están al borde del colapso sanitario.

"La ola se ha salido de control", admitió el principal epidemiólogo del Gobierno, Anthony Fauci, a fines de diciembre, el mes más letal en el país desde el inicio de la pandemia, con más de 77.500 muertes.

"Lo que más me preocupa es que vamos a tener un aumento de casos, lo que podría hacer que enero sea incluso peor", advirtió entonces el especialista en declaraciones a la cadena CNN.

Más allá de haber iniciado su campaña de inmunización el pasado 14 de diciembre, la distribución de las vacunas ha sido lenta en Estados Unidos y, de momento, fueron inoculadas unas 9,3 millones de personas, lejos de las 20 millones previstas por el Gobierno para fin de año.

Las alarmantes cifras de la Covid-19 en el país son reflejo de la gestión errática que hizo de la pandemia Trump, quien desde el inicio del brote se sirvió de él en clave electoral para maximizar sus posibilidades de permanencia en la Casa Blanca en los comicios de noviembre pasado.

Tras subestimar el impacto y los efectos del coronavirus, la gravedad de la situación forzó al mandatario a crear un equipo especial para gestionar la crisis y a liderar conferencias de prensa diarias al respecto.

Pero el desplome de los buenos indicadores económicos -con los que contaba para su campaña- causados por las restricciones impuestas para frenar el virus, llevó al magnate a instar a los gobernadores a reactivar cuanto antes sus economías, pese a las recomendaciones de los expertos médicos del país.

Esta iniciativa fue emprendida por varios de sus correligionarios, sin imponer protocolos preventivos y recursos especiales para evitar futuros brotes, por lo que unos meses después, el país vivió su segundo pico de contagios, que casi duplicó al primero.

La situación fue lamentada por Fauci, quien atribuyó el rebrote a la rápida reapertura, lo que desató la primera de muchas peleas públicas con el mandatario republicano.

Desde ese momento y en paralelo con el inicio formal de la campaña presidencial, Trump se distanció cada vez más de los científicos del Estado federal, los contradijo públicamente, se negó a usar tapaboca y siguió presionando para que los gobernadores reabrieran sus economías y, especialmente, las escuelas.

Pronto, el cumplimiento de las medidas de prevención básicas se convirtió en un símbolo partidario en las campañas, aun luego de que el propio presidente, parte de su familia y su entorno político se contagiaran.

Si bien Estados Unidos entraba en el tercer pico de Covid-19, Trump incrementaba sus ataques contra Fauci, quien a su juicio cometió "mucho errores", y presagiaba el fin inminente del brote en el país, algo que se encargó de desmentir el director del Instituto Nacional de Enfermedades Alérgicas e Infecciosas.

Pero tras la derrota electoral, el coronavirus dejó de ser un tema para el magnate republicano, quien centró sus esfuerzos en denunciar el supuesto "fraude" en los comicios y revertir sus resultados.

La falta de medidas agresivas del Gobierno para contener la propagación de la enfermedad derivó en las dramáticas cifras de diciembre, que pueden ser aún peores, según las proyecciones del Instituto de Métrica y Evaluación Sanitaria de la Universidad de Washington.

Su modelo estadístico de evolución del coronavirus, uno de los más seguidos en el país, predice para este mes unas 115.000 muertes en Estados Unidos, dos tercios de las más registradas en diciembre.

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