La ayuda de la ACNUR y otras organizaciones humanitarias se ha vuelto vital para los cientos de miles de refugiados que han quedado varados en alguna frontera, que esperan en algún campamento precario o a la intemperie o que deben recorrer grandes distancias sin agua o alimentos.
En muchos puntos de la llamada ruta de los Balcanes, que lleva a los refugiados desde las costas de Grecia hasta los países más ricos del continente, principalmente Alemania y las naciones nórdicas, los estados europeos se desentendieron de la situación humanitaria y la ACNUR y otras organizaciones locales e internacionales han tenido que asumir la responsabilidad de velar por los demandantes de asilo.
Esta indiferencia estatal se ve también en el crecimiento de la criminalidad en las fronteras cerradas o que limitan el paso de refugiados, según su nacionalidad o el país en donde quieren pedir asilo.
Esta violencia se sintió ayer especialmente en la frontera entre Grecia y Macedonia, donde un refugiado paquistaní falleció y otros dos resultados heridos en un enfrentamiento.
Según informó un vocero policial griego, los agresores serían refugiados afganos, que lograron robarles 400 euros y sus celulares, dos elementos vitales en la difícil travesía que deben superar todos los demandantes de asilo hasta llegar a los países del norte, donde esperan construir una nueva vida y dejar atrás la guerra, los conflictos religiosos y sectarios, y el hambre.
La tensión volvió a escalar en esta zona el martes pasado, cuando el gobierno macedonio cerró su frontera, tras meses de sólo dejar ingresar a ciudadanos sirios, afganos e iraquíes.