El Obispo Daniel Fernández, presidió ayer la misa de Domingo de Ramos que marcó el inicio de la Semana Santa en la Catedral, a puertas cerradas, sin presencia de fieles. Durante la celebración destacó la presencia, en el altar, de un cuadro con un retrato de la imagen de Nuestra Señora del Copacabana de Punta Corral, señalando que representó a los miles de devotos que este año no pudieron peregrinar hacia su santuario ni pudieron acudir al pueblo de Tumbaya para recibirla. Estamos viviendo el comienzo de la Semana Santa, un tiempo especial para cada uno de nosotros y para la humanidad que está transitando este tiempo de pandemia que ha cobrado tantas vidas y ha despertando en el mundo sentimientos a veces dolorosos y desgarradores, como todos podemos contemplar a través de los medios de comunicación, expresó.
Reflexionó que muchos de nosotros, sentimos, como todo creyente, la pena y el dolor de no poder estar presentes en la Misa de Domingo de Ramos en cada una de nuestras comunidades parroquiales, ni tampoco en todos los días de la Semana Santa, pero la verdad profunda de la
Iglesia se manifiesta en estos momentos, mostrando esa Iglesia vida que somos cada uno de nosotros y la fe que han en cada hogar, anticipando con amor la celebración. Explicó que la Iglesia es el pueblo de Cristo, realidad visible en cada persona y dijo que en esta semana
santa estaremos todos desde nuestros lugares, siendo un solo corazón, una sola alma para acompañar a Jesús, que da la vida por nosotros, para resucitar por nuestra salvación. Luego puso en relieve que en estos tiempos de pandemia, todos nos sentimos muy unidos a los hombres que profesan cualquier religión, que tienen diversas creencias y siguen su recta conciencia porque el mundo entero está en plegaria en estos días, desde los corazones que profesan distinta fe se ve la súplica confiada en Dios Todopoderoso para que mire con bondad este mundo y aplaque el
terror de esta pandemia, resaltó. También observó que en este tiempo de cuarentena en el mundo el silencio nos ha acompañado como nunca, quizás, a lo largo de nuestras vidas y reflexionó que es un silencio impuesto por la circunstancia que estamos viviendo, que nos obliga a replegarnos en el interior de nuestros hogares y a cumplir con obediencia los mandatos de las autoridades que nos cuidan y nos invitan a permanecer en casa. Consideró que debe ser un silencio creyente y dijo que el silencio del cristiano en estos días nos ayuda a silenciar las voces internas, y así podemos penetrar en el interior de nuestro corazón. En estos momentos, a muchos se nos hace presente la verdad de nuestros días, vemos que frágiles somos, lo expuestos que estamos a sufrir el flagelo de esta enfermedad, que débil es nuestra vida si no está puesta
en manos de Dios, que hoy nos dice que se ha jugado por la vida de nosotros a través de su hijo y nos ha mostrado la expectativa de la vida eterna, que esta vida vale para otra, que la vida que vivimos todos los días es como la preparación de la gran celebración que nos congregará
a los hombres de todos los tiempos en la casa de nuestro Padre Celestial, precisó. Al concluir invitó a los jujeños a colocar en sus hogares un crucifijo, para poder mirar al crucificado, a nuestro Señor Jesús, y sentir la seguridad del amor de Nuestro Padre Celestial y eso nos haga transitar la
Semana Santa y este tiempo de pandemia y Dios quiera, por el resto de nuestras vidas, sintiendo la seguridad que somos amados hasta el extremo, finalizó.