Ciudad del Vaticano,-El papa Francisco envió una carta por la conmemoración de los 500 años de la primera misa celebrada en Argentina, dirigida al obispo de la diócesis de Río Gallegos, en la que aseguró que en este momento doloroso y angustiante por la pandemia del coronavirus no hay que dejar que a nadie le falte el alimento, que quede al costado del camino y se puedan sanar y achicar las heridas que dividen y enfrentan. En la misiva enviada desde la Casa de Santa Marta y dirigida a monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, el Pontífice agradece la invitación a estar más cerca en este día en que se recuerda la primera Eucaristía celebrada en vuestras tierras. Me contaron que trabajaron duro, con fuerza y mucha ilusión. Querían que la alegría y el festejo por el don recibido no quedara limitado a unos pocos, sino que pudiera hacerse eco y alcanzar los distintos rincones del país, continúa. Y luego expresa: Sé que por la situación dolorosa y angustiante que golpea tantas regiones del mundo y a la que no son ajenos, tuvieron que cancelar la celebración como la habían preparado. De repente, fuimos todos sorprendidos por una pandemia que nos desconcertó y movilizó a cambiar nuestras actividades y prioridades. Estamos como los discípulos de Emaús, caminando con el semblante triste por lo que sucede, intranquilos por cómo se desarrollará y preocupados por las consecuencias que dejará. Qué bien que nos hace en este contexto decir suplicantes como ellos: Quédate con nosotros, porque arde y el día se acaba, afirma. Y prosigue: La presencia de Jesús en la Eucaristía que, silenciosa y discretamente nos acompaña desde hace más de 500 años es el sacramento de la alianza que Dios quiso sellar con su pueblo, con nuestro pueblo: Él está en medio nuestro alentando el caminar. Esta certeza que heredamos de nuestros padres y abuelos, es la reserva espiritual que acompañó, moldeó y forjó el alma de nuestra Nación y que queremos que geste también el futuro de nuestros hijos y nietos. Alimento de vida en momentos de carestía y tribulación; y canasta rebosante de las alegrías y gozos que tejieron nuestra historia, añade la carta. Luego, Francisco recomienda: En estos momentos donde el contacto viene medido y evitado, es imprescindible que podamos rememorar y aprender ese sentir eucarístico que sólo el Señor nos puede enseñar. No dejemos que la fiesta se apague, no perdamos la oportunidad de asumir y acoger nuestro presente como un tiempo propicio de gracia y salvación con todo el empeño que esto significa. Hoy como ayer siguen resonando en los distintos pueblos, parroquias, capillas, hospitales, colegios, casas, ciudades y barriadas las palabras del Señor hagan esto en memoria mía (Le. 22, 19). Es su pueblo sacerdotal que continúa la multiplicación de los panes para que a nadie le falte el alimento que da vida. Es su pueblo sacerdotal que sabe amar al prójimo como a sí mismo (Mt. 22, 39) ingeniándose creativamente para que nadie quede al costado del camino, agrega.&n