ADVIRTIÓ EL PAPA
Ciudad del Vaticano,-El papa
Francisco advirtió ayer que la codicia
de pocos acrecienta la pobreza
de muchos, al celebrar en la
Basílica de San Pedro la III
Jornada Mundial de los Pobres,
por la que ofreció un almuerzo en
el Vaticano a 1.500 personas en
condiciones de exclusión.
No hay que prestar atención a
quien difunde alarmismos y alimenta
el miedo del otro y del futuro,
porque el miedo paraliza el corazón
y la mente, sostuvo Jorge
Bergoglio durante su homilía, en la
tercera conmemoración de la
Jornada que instituyó en 2016, al
terminar el Año jubilar de la misericordia.
El pontífice centró su mensaje en
la advertencia de dos tentaciones,
y comenzó desarrollando la
de la prisa, del ahora mismo.
Cuántas veces nos dejamos seducir
por la prisa de querer saberlo todo
y ahora mismo, por el cosquilleo
de la curiosidad, por la última
noticia llamativa o escandalosa,
por las historias turbias, por los
chillidos del que grita más fuerte y
más enfadado, por quien dice ahora
o nunca, inquirió.
En el afán de correr, de conquistarlo
todo y rápidamente, el que se
queda atrás molesta y se considera
como descarte. Cuántos ancianos,
niños no nacidos, personas discapacitadas,
pobres considerados inútiles.
Se va de prisa, sin preocuparse
que las distancias aumentan, que la
codicia de pocos acrecienta la pobreza
de muchos, consideró el
Papa.
Tras la misa, Francisco ofreció un
almuerzo a 1.500 personas en situación
de pobreza en el Aula
Pablo VI del Vaticano, con un
menú a base de lasagna, sin carne
de cerdo para que pudieran comer
también los musulmanes presentes,
explicó a la prensa el titular del
Pontificio Consejo para la Nueva
Evangelización, Rino Fisichella.
Durante el almuerzo, los invitados
del sumo pontífice se distribuyeron
en 150 mesas, atendidos por unos
50 voluntarios que ofrecieron el
menú que también incluyó pollo
con crema de hongos y fruta.
Como parte de las conmemoraciones,
el Papa dispuso esta semana la
instalación de un puesto sanitario
ambulante en la Plaza San Pedro
para atender de forma gratuita a
personas pobres y sin hogar.
La segunda tentación sobre la que
advirtió Francisco durante su misa
de ayer fue la tentación del yo.
¿Cuántas veces, aún al hacer el
bien, reina la hipocresía del yo: hago
lo correcto, pero para ser considerado
bueno; doy, pero para recibir
a cambio; ayudo, pero para
atraer la amistad de esa persona
importante, reflexionó.
Entonces podemos preguntarnos:
¿Ayudo a alguien de quien no
podré recibir? Yo, cristiano, ¿tengo
al menos un pobre como amigo?,
continuó.
Ya desde ahora son nuestro tesoro,
el tesoro de la Iglesia, porque
nos revelan la riqueza que nunca
envejece, la que une tierra y cielo,
y por la cual verdaderamente vale
la pena vivir: el amor, concluyó
Francisco.