Brasilia, (Ansa/AP)- Asciende a 60 el número de víctimas fatales del derrumbe de un dique en una mina en Brumadinho, sudeste de Brasil, donde se registran 292 desaparecidos según el último informe.
El reporte del Cuerpo de Bomberos y Defensa Civil del estado de Minas Gerais divulgado ayer indicó además que 19 cuerpos fueron identificados hasta el momento.
Más de 200 bomberos fueron movilizados este lunes desde las 4 horas (6 GMT) cuando uno de los principales frentes de trabajo fue el restaurante donde se encontraban almorzando los empleados de la minera Vale al ocurrir la tragedia, poco antes de las 14 horas locales del viernes.
Por otra parte el último informe de la firma indicó que hay 252 empleados sin contacto desde el momento en que colapsó un dique con lodo y desechos minerales en la Mina Trafego do Feijao, que poco después generaron un alud cubrió parte de la localidad de Brumadinho.
Las autoridades de la gobernación de Minas Gerais, bomberos y miembros de Defensa Civil se reunieron hoy con los 132 militares israelíes, arribados el domingo, que colaborarán en la búsqueda de las víctimas.
El luto no pasa. Más de tres días después del rompimiento de la presa en la mina Vale en Brasil, 292 personas permanecen desaparecidas y las familias y amigos de las víctimas no encuentran paz.
Portavoces del equipo de rescatistas dijeron que todavía trabajan con la hipótesis de rescatar personas con vida, aunque la esperanza de la mayoría se hizo añicos. Ahora, al menos, desean encontrar los cuerpos para poder brindarle sepultura a sus seres queridos.
El accidente de la minera Vale, principal compañía del sector en Brasil y una de las más importantes en el mundo, instaló un dilema en Brumadinho, ciudad que se desarrolló y creció en torno de las minas.
¿Qué sucederá con la actividad minera y con la compañía Vale, una de las principales empleadoras? ¿Puede continuar funcionando como hasta hoy siendo protagonista y responsable de Mariana y Brumadinho, dos trágicos accidentes en el lapso de tres años?
Si cierra, esto está acabado, dice Wagner Rogerio, de 37 años, apuntando al suelo.
Rogério es conductor y uno de los casi mil trabajadores de la compañía en la zona. Luce exhausto. Los últimos tres días recorrió incansablemente las montañas de barro que dejó a su paso la avalancha en busca de Makuka, Gil y Dario, grandes amigos de la infancia desaparecidos.
No estoy mintiendo, ¿ves?, dice mientras muestra sus pies llenos de ampollas. Si hubiera alguien vivo por aquí, ya lo habríamos encontrado, lamenta.A Josefa dos Santos, de 37 años y vecina de Córrego de Feijao, la muerte le pasó muy cerca. Su casa está emplazada en una leve pendiente, a sólo 500 metros de una de las márgenes donde llegó la kilométrica mancha de lodo.¡Corra, Josefa, corre!, le gritó una vecina el viernes al mediodía cuando la ola de lodo y desechos avanzaba hacia su casa. Escuché los gritos de las personas pidiendo socorro. Todo el mundo estaba corriendo y gritando. La sirena no tocó en ningún momento, fue horrible
Josefa tiene muchos amigos que todavía no han sido encontrados. Prefiere no nombrarlos ni enumerarlos para evitar llorar. Muchos, insiste.
Según dos Santos, la tragedia cuestiona el paradigma con el que muchos jóvenes de la zona crecen: tener como meta entrar a trabajar en Vale. Alentados por la estabilidad laboral y salarios por encima de la media, desde hace un tiempo resulta una posibilidad muy atractiva.