La democracia es poder disentir con respeto

ENTREVISTA A MARÍA EUGENIA VIDAL

La democracia es poder disentir con respeto

La democracia es poder disentir con respeto

- ¿Cuál es su opinión sobre los incidentes y las distintas muestras de rechazo a la reforma previsional que está impulsando el oficialismo?
- La democracia es poder disentir pero con respeto. Respetando determinadas reglas. Sino no es democracia. Y la violencia no entra dentro de ninguna de esas reglas. Determinados sectores, cuando no tienen la legitimidad en los votos y la representación en el Congreso, el camino que eligen es la violencia. Lo digo habiendo sido parte de la oposición muchos años; estuve muchas veces de ese lado del mostrador. Me parece que no hay construcción de confianza ni de un país posible si, cada vez que alguien piensa que va a perder una votación, cree que esta es la manera de imponer su pensamiento.

- Durante la comida de ADEPA hablaremos sobre el proceso de digestión informativa de los políticos. ¿Cuál es su dieta informativa? ¿Qué lee, qué ve, cómo arranca su mañana, cómo se informa a lo largo del día?
- A la mañana recibo los principales diarios en mi casa. Así arranco. Y, como millones de argentinos, mientras me visto y me preparo para salir escucho un noticiero que me informa sobre la temperatura, los problemas de tránsito y la agenda del día. En el auto, generalmente escucho radio, AM. A la mañana y también a la vuelta; sigo los programas de las 8 o 9 de la noche.  Durante el día me concentro en el trabajo pero todo lo que tiene que ver con información que se genera durante el día me aparece en un informe de prensa muy reducido que me llega por mail. Y se que si hay algo muy relevante, la gente del equipo me avisará.

- ¿Qué cambió en usted con el poder? 
- Tengo menos tiempo, para mi familia y para mí. El tiempo es lo que más se pierde en estos lugares porque hay una gran responsabilidad y un trabajo de 24 horas. Creo que ocupar lugares más importantes, genera más compromisos con la gente. Pero trato de tener una vida lo más parecida a la que tenía antes. Aunque no viva en el mismo lugar y conviva con nuevas medidas de seguridad. Intento preservar mi vínculo con mis hijos y con la gente. Mantenerme en la calle, ir a los actos escolares, ocuparme de cosas ligadas a mi familia y a la gente a la que cuido. Trato de preservar las "pequeñas cosas". Ya no puedo ir al supermercado, porque no tengo tiempo, pero sí trato de hacer la lista y prestar atención a esas cosas.

- Una imagen ligada a la autenticidad o su relación con la verdad suelen ser señaladas como características salientes del fenómeno político que encarna. ¿Cree que hay que decir toda la verdad, todo el tiempo y a todo el mundo?
- Creo que es el único camino posible. Si de verdad querés cambiar el país y la provincia, es imposible sin confianza. Y no hay confianza sin verdad. Nadie puede confiar en que podés construir un camino posible si no cree en lo que decís. Si buscás una salida fácil, tarde o temprano se dará cuenta que le mentiste. Y no solamente sumaremos una frustración más a las que generó la política en estas décadas sino que perderemos muchos años. La construcción de confianza lleva mucho tiempo y se destruye rápido.

- Su discusión televisiva con Diego Brancatelli fue uno de los episodios públicos más difundidos y comentados de los que se registraron durante la última campaña electoral. ¿Qué análisis hace hoy, con cierta distancia, de ese episodio?
- Contrariamente a lo que la mayoría cree, a mí no me gusta enojarme. Trato siempre de apelar al respeto por el otro y al diálogo. Ese día creo que se combinaron dos cosas. El cansancio propio de una campaña que fue extenuante y en la que nunca dejé de gestionar y seguir las cuestiones de la gobernación. Ese día estaban mis hijas acompañándome y se cuestionósupuestos privilegios. La verdad es que mis tres hijos fueron los más perjudicados por el ejercicio de mi cargo y eso me pareció muy injusto. Como también que se enarbole la bandera la pobreza, como se hizo durante toda la campaña, con tanto cinismo. Creo que esa es una marca común en muchas voces de la oposición. La defensa de banderas, como si empezaran hoy en política, sin reconocer la responsabilidad que tienen sobre lo que pasó, teniendo en cuenta la desidia, la indiferencia y la utilización de la pobreza con la que se trabajó. Esto no me lo contó nadie. Yo lo vi. Recorrí la provincia, la caminé y la vivo hoy. Para hablar con autoridad sobre estos problemas, hay que estar haber estado ahí y escuchado a los que lo viven. No todo puede ser objeto de campaña y chicanas.

- ¿Qué errores marcaría en estos dos años del gobierno nacional y en qué se equivocó Vidal?
- La primera sensación al evaluar estos dos años es todo lo que falta. Con la autoexigencia y la autocrítica que tenemos tanto el presidente como yo, siempre tenemos la sensación de que podríamos haber hecho más y más rápido. Porque sabemos que la gente necesita más y más rápido. También siento que tendríamos que haber podido construir todavía más consensos. Somos un gobierno de diálogo y dimos pasos enormes pero todavía falta que una parte de la sociedad pueda compartir con nosotros que el camino será difícil. Nada importante en la vida es fácil. No hay soluciones rápidas para la pobreza, la inseguridad o la inequidad de las jubilaciones que se discute hoy. Son caminos que, si de verdad queremos transitarlos, serán largos y difíciles. Pero es importante empezar a recorrerlos porque, a partir de entonces, estaremos cada vez más cerca de las soluciones.

- Una de las consecuencias de las últimas elecciones es un peronismo fragmentado y debilitado. ¿Cree que eso es bueno o malo para Cambiemos y para la institucionalidad en la Argentina?
- Creo en una oposición fuerte. Y todavía Cambiemos tiene un camino de consensos legislativos que recorrer. No tiene mayorías en el Congreso ni en la Legislatura. Todo será un camino, como lo fue en los primeros dos años, de consenso. Como viene ocurriendo con gobernadores e intendentes. Es bueno tener una oposición fuerte en la medida en que sea constructiva y apueste a un debate honesto, que implica reconocer dónde estamos y a partir de ahí pensar en el camino que debemos recorrer, sin atajos. 

- Hasta que se llevaron a cabo las elecciones, la discusión de buena parte de la opinión pública, de los actores de la política y del análisis político giraba en torno a la gobernabilidad y a la posibilidad de que el presidente terminara su mandato. Después del triunfo hubo un giro de 180 grados y se pasó a dar por descontada una reelección a favor de Cambiemos. ¿Qué lectura hace de ese giro y en qué medida cree que les da mayor margen de maniobra?
- Ni antes creía que estaba en riesgo la gobernabilidad ni ahora creo que tengamos un segundo mandato garantizado. Siempre digo que las elecciones son un reconocimiento a lo que ya hiciste y no un cheque en blanco para lo que viene. En los próximos dos años tendremos que demostrarle todos los días a la gente si lo que hacemos vale la pena para mejorar sus vidas. Creo que hay que rendir examen todos los días y me levanto cada mañana para eso. No creo que tenga nada ganado. Lo que sentí en esta última elección, desde el punto de vista personal, fue una palmada en el hombro que significaba: "Entiendo, se que estás haciendo tu mejor esfuerzo, yo también, te acompaño y espero mucho de vos". Esto siento todos los días y creo que en 2019 nos evaluarán por esto.


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