Las construcciones romanas son quizás las más fuertes y duraderas que el ser humano haya construido jamás. Ahora, el secreto de la resistencia del concreto romano parece haber sido finalmente revelado: según un grupo de científicos, se debe a su composición química, y a un componente que utilizaban por encontrarse disponible cerca de Roma: las cenizas volcánicas.
Al parecer, en la construcción de los antiguos diques marinos usaban un tipo de concreto elaborado con cal y cenizas volcánicas que adherían a las rocas. Este material volcánico, al entrar en contacto con el agua salada, se transformaba químicamente y se volvía casi inquebrantable.
Además, en pruebas anteriores ya se había descubierto que el concreto romano tenía un componente algo raro llamado aluminio tebermorita. Ahora, los científicos han descubierto que hay elementos en el material volcánico que, al reaccionar al contacto con el agua salada, fortalecen la construcción. Contrariamente a los principios sobre los que se basa el concreto moderno hecho a base de cemento, los romanos crearon un concreto similar a una roca que prospera en el intercambio químico con el agua de mar, explicó Marie Jackson, investigadora de la Universidad de Utah y autora principal del estudio.
Lo más importante del hallazgo es que, posiblemente, significa que los materiales actuales de construcción podrían ser reemplazados por otros de origen natural y menos nocivos para el ambiente, sin perder calidad, sino al contrario.