A las 9:00 de la mañana, veintiún salvas de artillería estremecieron la isla. Salieron de una batería de cañones ubicados en la fortaleza San Carlos de la Cabaña en La Habana y en su par de Santiago de Cuba. Con el estruendo y la posterior entonación del himno nacional, la inmensa multitud de personas reunidas en los alrededores de la Plaza de la Revolución, en la capital, comenzó ayer a avanzar en fila india hacia el mausoleo para despedirse de Fidel Castro, quien de acuerdo al relato oficial falleció el pasado viernes 25 a las 10:29 de la noche local.
El calor fue abusivo, pero ancianos que vistieron sus añejos uniformes de las milicias cubanas. Camisa azul y medallas en el pecho. Boina verde en la cabeza. Pantalón y botas. Hubo padres con niños trepados en sus hombros. Señoras mayores sentados en las aceras esperando que se desatornille el gentío. Se echaron fresco con un cartón improvisado y miraron la larga fila. Lóvenes con pulóveres deportivos, estilo camiseta de béisbol, que llevaron incrustado en la espalda el nombre de Fidel y el número 90.
Pero la gente, a la que todavía le falta por llegar y subir el pasillo de la Plaza y despedirse de Fidel, no sabe que una vez que hayan pasado todo el recorrido se encontrarán con una foto enorme del Castro guerrillero, con sus medallas y un montón de ofrendas florales. Con más nada. Las cenizas no están.
No sé qué significa esto, uno vino aquí a despedirse de él, no de una foto, dijo María Julia, trabajadora de la empresa de telecomunicaciones Etecsa, al salir de la Plaza de la Revolución.
La mayoría de las personas quedaron consternadas al pasar y no encontrar las cenizas expuestas para el último adiós. Aquí tomamos demasiadas medidas por gusto, no trajeron las cenizas para que no pasará algo, cuando todo el que viene aquí es para despedirse de él, comenta Julio Vergas, profesor de un pre universitario de La Habana.
Lo que se comentó entre rumores es que la familia no quizo exponerlas en la Plaza y que han decidido solamente mostrarlas en la caravana que llevará a Fidel Castro hacia el cementerio de Santa Ifigenia en Santiago de Cuba, donde serán sepultadas el domingo tras una semana de homenajes fúnebres.
El sol fue imponente, desgarrador. La gente sudó en masa, codo a codo, bajo sombrillas, bajo sombreros, gorras y gafas. Existe tres puntos de acceso a la Plaza de la Revolución organizados correctamente en sus puntas, pero detrás, en los contornos y en las afueras, el ambiente es apoteósico.
No existe la manera de llegar a la Plaza sin entrar en la muchedumbre, todas las calles cercanas están cerradas por la policía y el tráfico un embotellamiento kilométrico, de los que nunca se ven en Cuba.
Dentro del meollo, los celulares no dejan de sonar. Si alguien piensa encontrar a algún amigo o compañero de trabajo está perdido, no lo logrará. Todos intentan dar su situación geográfica dentro de la masa pero es realmente imposible dar un punto exacto de ubicación.
La avenida Paseo y el teatro nacional son los puntos céntricos, el sitio escogido por la mayoría de las personas. En tiempos en los que Fidel se paraba ante toda esa calle atestada de personas, ese era el lugar más idóneo para escucharlo, quizás haya muchos que quienes desfilaron por aquí por esta razón.
El lunes comenzaron los funerales del mandatario cubano con la exposición de sus cenizas en la icónica Plaza de la Revolución. En La Habana se le extraña, pero los cubanos creen que será una tarea dura sobrevivir a nueve días de ley seca.
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