Afianzar la justicia, para consolidar la paz interior

  Próximos a cumplir el primer año de gobierno del Presidente Macri, parece oportuno mencionar acontecimientos ocurridos en los últimos meses, como el avance de organismos de seguridad en la lucha contra el tráfico de drogas.

 Es la decisión política de luchar contra este flagelo que ya hizo tanto daño en el mundo. Es la decisión política que hoy enmarca claramente en la propuesta que en su campaña electoral Mauricio Macri formulara a la sociedad argentina, en el sentido de luchar en contra de la inseguridad, el narcotráfico y la corrupción. Esa decisión política debe ser acompañada por los otros poderes del Estado, por la sociedad, por la familia argentina, por la escuela, por el barrio.

 De no haber existido esa decisión política del Presidente de la Nación, no se hubiera puesto a la luz dos aviones pertenecientes a distintas provincias argentinas comprometidos en uno de los más deleznables negocios existentes hoy. Tampoco se hubiera puesto a la luz un camión con más de dos toneladas de marihuana, el que a estar a la información periodística, tendría cercanía en su dominio a un familiar muy cercano a un alto funcionario de una provincia fronteriza a Paraguay.

 En esta cruzada, la política judicial debe acompañar inexorablemente a la política del Gobierno. Asistimos hoy a la aplicación de teorías que discriminan a la víctima, con escasas posibilidades de reclamos. El trato social y jurídico hacia el marginal es su reeducación y la valoración de su conducta.

 Si el Poder Judicial no acompaña esta cruzada con políticas judiciales claras en la lucha contra la corrupción, la inseguridad y el narcotráfico, no alcanzará la política del Gobierno nacional. Los miembros del Poder Judicial deben acomodar su trabajo y su conducta a esos postulados revolucionarios que enunciara el Presidente Macri en esta lucha. Creo es ya un reclamo social de larga data.

 Como sociedad acompañemos la política del Presidente de la Nación, observando, reclamando serenamente, señalando los desaciertos que se pueda corregir, exigiendo información. Es porque los ciudadanos tenemos el deber continuo de proteger la estructura democrática, luchando en contra de la corrupción, la inseguridad y el narcotráfico. Es porque debemos defender aquello que hemos sabido conquistar. Evitemos que nuevamente los hechos tomen la palabra con la elocuencia de la tragedia.

 No olvidemos que en la historia de la humanidad los pueblos nunca han muerto por ser pobres. ¡Han muerto por ser inmorales!

 Le pasó a Roma cuando fue la dueña del mundo antiguo, cuando se encontraba enriquecida por los enormes despojos del botín, acompañada de la presencia de millares de extranjeros, y contando con una muchedumbre silenciosa de esclavos laboriosos. Comenzó a decaer cuando perdió las virtudes cívicas. No le pasó a Troya cuando hizo brillar esas virtudes, mostrando aquel ejemplo cuando la madre hablaba a Aquiles de coraje y de lucha. Cuando esa misma madre le señalaba a su hijo el camino de la gloria.

 Dijo el General Perón al asumir por tercera vez la Presidencia de la Nación: “Tenemos una revolución que realizar. Para ello elijamos a los mejores hombres..., provengan de donde provinieren”. Creemos que la revolución del actual Gobierno nacional es esa lucha en contra la inseguridad, el narcotráfico y la corrupción. Apoyémoslo porque ese día habremos hecho una obra de bien para nosotros.

 Acompañar ese proceso significa tal como lo establece la Constitución Nacional y la existencia de la República, el compromiso del Poder Judicial. Allí es donde hoy se necesita, como decía el General Perón, a los mejores hombres. Para ello recordemos que los jueces argentinos nacimos en hogares argentinos. Hogares que tuvieron alegrías y tristezas, necesidades y comodidades.

 Hoy se exhibe el resultado de contar con más de quinientas causas por corrupción y solo un puñado de detenidos. La dramática desigualdad ante la ley de encontrarnos con condenas por delitos comunes y una sola condena por corrupción. Habrá sido quizá porque el Frente para la Victoria fue la nave insignia de la corrupción e inmoralidad. Habrá sido porque allí se actualizó el laboratorio de la decadencia. Habrá sido porque no les pesa el haber sumido en el hambre, el desamparo y la pobreza a millones de argentinos. Habrá sido porque varios de sus funcionarios se hicieron politeístas, demostrando ello cuando al asumir sus funciones juraban por “él”, respetar la Constitución y portarse bien. O tal vez juraban por “él” sabiendo que la Patria no se animaría a demandarlos. Será porque cuando hoy son citados a los estrados de la Justicia, se presentan dando muestras sarcásticas y trágicas de la bancarrota moral, como de la desvergüenza generalizada. Hoy juran no conocerse entre ellos, niegan parentescos, amistades, o sociedades civiles o comerciales. Y lo hacen sin que el gallo tenga necesidad de cantar.

 En el pasado he tenido oportunidad de razonar que la corrupción debe ser considerada delito de lesa humanidad y por lo tanto imprescriptible. Fundé tal afirmación en lo dispuesto por el artículo 29 de la C.N. cuando en 1853 los constituyentes prohibieron otorgar a los Ejecutivos nacional o provinciales sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o la fortuna de los argentinos, quede a merced de gobierno o persona alguna, para tachar luego con dos severas consecuencias: “Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que las formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la Patria”.

 Cuando por corrupción se compromete la fortuna de los argentinos, estamos ante la presencia de delitos de lesa humanidad.

 Al ser alcanzados por nulidad insanable, no pueden prescribir. Ello desde 1853 (ver expedientes Nº 19/11 y 55/11, Nº 56/11 y Nº 57/11, de fecha 2.7.2013, TOFJ, hoy publicado en internet. En la oportunidad fundé la imprescriptibilidad porque estaba en juego la vida de los argentinos. Hoy sus fortunas).

 Argentina: Levántate y anda. A ponerte como abanderada latinoamericana en la lucha contra la corrupción.

 Para nuestra generación esta puede ser tu hora más gloriosa. Como aquella madre que señalaba con su brazo el camino de la gloria.

 Para alcanzar esa gloria, mucho depende de la Justicia.


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